NUEVAS CONSIDERACIONES SOBRE LA REVUELTA DEL ESPÍRITU

Agente Expulsado

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Uno de los signos de que la revuelta del espíritu está en marcha, es que todos nos estamos volviendo locos.

La sociedad del espectáculo es una sociedad sin habitantes, cuyo único producto es la apariencia, y que ha ocupado el lugar de la realidad.

Las masas asalariadas que viajan cada mañana en trenes de cercanías al trabajo, y lo hacen quizás soñando con sus próximas vacaciones (¡un crucero por el Nilo!), no se diferencian de las masas de parados, que persiguen la ilusión de conseguir un empleo. Si en los segundos la precariedad es más real e inmediata (evitar el hambre o el desahucio); en los primeros es tan sólo una precariedad ampliada: ¡Necesito unas vacaciones! -dirá con total convencimiento, y con el mismo desamparo, tras haberse desayunado su primera dosis de lexatines para afrontar la siguiente jornada laboral…

El espectáculo, para mantener su ilusión, necesita crecientes legiones de especialistas en el sistema de producción de apariencias: psiquiatras, psicólogos, educadores sociales, programadores, químicos y expendedores de psicofármacos, empleos a los que son dirigidas las generaciones de estudiantes que han de entrar a su vez en el mercado de las mercancías asalariadas o, como se dice ahora, ser “emprendedores”, es decir, hacer de empresarios de sí mismos, simbiotizados en una misma criatura el productor, el consumidor y la mercancía.

palabra-bullying-concepto-de-nube-ilustración-vectorialPero incluso en el caso de que hayas sido desechado por la ciencia médica, catalogado como loco y declarado no apto para el mundo laboral, habrá una serie de servicios encargados de velar por tu estatus de loco y, para que tú puedas simplemente ser un puñetero loco, es necesario que existan: dos asistentes sociales que lo certifiquen quincenalmente; un sistema de subvenciones para abrir centros de atención al demente; un sistema impositor para recaudar los fondos necesarios para mantener esas infraestructuras; un sistema de gobierno que regule la cuantía de esas ayudas; un sistema judicial que persiga la corrupción en los usos del dinero público y, en fin, todo un mundo desquiciado que cargas sobre tus hombros para que certifique y haga posible que tú, mercancía X333-333, eres un pobre y puto loco, digno de lástima.

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¿Comprendemos el horror de la situación? Estamos atrapados en el espectáculo, y no es cuestión de dinero escapar de él.

Al espectáculo le fue relativamente bien en sus primeros cien años, pues con una velocidad y sagacidad extraordinarias era capaz de generar continuamente nuevas ilusiones positivas: prosperidad, progreso, el hombre hecho a sí mismo, la liberación femenina, el ocio, el televisor, el coche, el chalet en el campo… Caídas todas estas ilusiones al comienzo del nuevo siglo, para mantener la patraña consensuada han tenido que transformarse en ilusiones negativas, en miedos imaginarios: al terrorismo, al cambio climático, a la violación, al apocalipsis… Cada uno de estos miedos lleva asociados sus propios productos, sus impuestos, sus burocracias y sus negocios.

Las masas descreídas, deprimidas, deben ser azuzadas ahora con espectáculos apocalípticos televisados urbi et orbe (a la ciudad y al mundo): ya caigan las torres gemelas, asesinen a niños en una escuela, o arda la cúpula de Notre-Dame, solo espectáculos así pueden recrear un espejismo momentáneo de sentimiento de solidaridad entre los residentes (y bien decimos residentes, que no habitantes, pues estos habitantes no habitan, sino que tan solo transitan entre espacios-nicho, como ya señalábamos aquí).

Pero aún queda la última gran ilusión positiva, la más puntera, la utopía biotecnológica, cientifismo de baratillo, esa fantasía de alcanzar el paraíso en la Tierra, la inmortalidad, la juventud eterna, una vida sin dolor ni enfermedad ampliada con superpoderes biogenéticos -bien que sólo para una minoría de elegidos-, con posibilidades ilimitadas de consumo de sensaciones.

transhumanismoTal vez lleguemos a ver por las calles zombis recauchutados conectados a una red virtual de simulaciones erótico-festivas, pero no serán ni hombres ni mujeres, ni estarán vivos.

Igual que todas las ilusiones anteriores, ésta fracasará también y -como estamos sometidos a un principio de aceleración entrópico-disolutivo según nos acercamos al Fin de la Era Espectacular, fracasará de forma más rápida y catastrófica que las ilusiones anteriores.

La Realidad, que nunca ha dejado de estar aquí y ahora, se revelará en todo su esplendor y miseria a los ojos que queden para contemplarla.

¿Será esto a lo que llamamos la revuelta del espíritu?

Pero, ¿cómo puede saber el que sueña qué mundo va a encontrar al despertarse?

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