Frank G. Rubio

“Algo más que un pequeño país; es una gran idea; un nuevo orden mundial».
George H.W. Bush en 1991 con relación a la Primera Guerra del Golfo.
La invasión de Ucrania por Rusia no es otra cosa, como señala Paul Gottfried, uno de los analistas políticos más lúcidos que se ha pronunciado sobre la cuestión, que una invasión de manual.
Continúo la exposición utilizando la mayor parte del tiempo sus palabras. Destacar pues que hacer uso de los habitantes de un territorio, que se suman por simpatía a los ejércitos invasores, ha tenido lugar numerosas veces a lo largo y ancho de la historia humana y sin embargo eso no le quita a la invasión ninguna de sus cualidades.
Putin no se ha visto obligado a defender minorías oprimidas que comparten su lengua y cultura. Vladimir Putin es un nacionalista ruso expansionista y ha actuado “según lo esperado”. Está recuperando un territorio que la URSS se vio obligada a ceder en su momento, pérdida de la cual se ha lamentado en más de una ocasión.
Desafortunadamente Rusia había renunciado a Lugansk y Donetsk, junto con el Donbass, rico en carbón y hierro, en un memorando vinculante acordado en Budapest en diciembre de 1994. Mediante ese acuerdo, Rusia concedió Crimea (que Putin anexionó en 2014 tras la revolución de color denominada Maidan) junto
con las dos provincias que sus ejércitos también están invadiendo ahora. Ucrania accedió a sus fronteras post soviéticas a cambio de renunciar a las armas nucleares que los comunistas de la antigua URSS habían instalado en su suelo. Esto convirtió a la nueva nación independiente en vulnerable a los ataques rusos, sin medios potenciales equivalentes para ejercer represalias.
Del mismo modo que en Ucrania oriental hay minorías rusas sustanciales viviendo en las tres repúblicas bálticas: Estonia, Letonia y Lituania. Muchos de estos rusos llegaron allí porque Stalin deportó a sus habitantes originales y los reemplazó con muchos de los antecesores de sus actuales habitantes. ¿Se sentirá Putin obligado a liberarlos si manifiestan su oposición al actual statu quo?

Y este sí que es, añado yo, un grave problema que habrá de afrontar la OTAN. La misión principal de esta organización no es otra que la defensa de la integridad territorial de los países asociados si se producen agresiones externas. Cosa que, atención, no se da en el caso de España con las ciudades de Ceuta y Melilla.
España debería actuar en consecuencia, restringiendo mucho su reacción ante esta cuestión, pero no lo hará porque desde hace décadas no es otra cosa que una colonia.
A continuación Gottfried expone su punto de vista sobre cuál debería ser la respuesta de su país, los Estados Unidos de América, a esta problemática que ha hecho surgir Rusia invadiendo Ucrania. Cito literalmente:
“Habiendo expresado mi rechazo por las acciones de Putin, debo matizar diciendo que no estoy seguro que algún interés estadounidense esté en juego en esta situación. Al menos de modo inmediato. Ciertamente en comparación con la invasión de inmigrantes ilegales que se está produciendo ahora en la frontera sur de Estados Unidos, y con lo que el epiceno primer ministro canadiense Justin Trudeau está haciendo para crear un estado totalitario “woke” en nuestra frontera norte, la acción de Putin es algo nimio (Putin’s action seems small beer indeed)”
Y termino, con esta aleccionadora exposición dirigida a los simpatizantes de Putin:
Algunos “putinófilos”, desesperados por defenderle, han excusado sus acciones insistiendo en que los ucranianos no son una verdadera nacionalidad. Según esta opinión, son rusos que se niegan a sí mismos y que Putin está devolviendo a su verdadera patria. La última vez que lo comprobé, los ucranianos eran una auténtica nacionalidad con su propia lengua e iglesia nacional. Millones de ellos murieron bajo
el gobierno ruso durante las hambrunas forzadas (el Holodomor) de la década de 1930. Durante la lucha contra el comunismo soviético, escuché a la derecha anticomunista relatar el sufrimiento del pueblo ucraniano. No hay razón para suprimir estos detalles históricos aún relevantes porque nos guste más el actual gobierno ruso que el que le precedió.
¿Significa todo esto que debamos alinearnos con los que exigen, teledirigidos por la actual administración americana, las medidas que están tomándose y que prescinden de los derechos de propiedad e incentivan el odio a la cultura rusa? Obviamente no. Vuelvo a Gottfried:
No he advertido demasiadas democracias constitucionales paradigmáticas en el lado anti-Putin. Desde luego no el corrupto Estado ucraniano, que el establishment mediático occidental y los oligarcas tecnológicos tratan de impedir percibamos cuán corrupto y tiránico es con sus propios partidos de la oposición.
Tras el ataque biológico comunista chino, llevado a cabo en connivencia con elementos destacados de las élites occidentales, en especial norteamericanas, y que ha permitido establecer un estado de excepción de facto en numerosas seudo democracias (no son otra cosa nuestras partitocracias) la iniciativa de Putin pone en marcha la segunda fase hacia el establecimiento del Leviatán planetario. No me cabe duda que el líder ruso es una pieza destacada en una partida vinculada a la
configuración de un Nuevo Orden Mundial, como lo es la actual Unión Europea que experimentará, en breve, cambios drásticos en el contexto de estas circunstancias médico-bélicas.

Ya señalé hace unas semanas, antes de la invasión, en un tuiter sumergido en la inmensidad del piélago de información de las redes sociales, que si Putin atacaba dejaba a la vista su carácter de actor al servicio de ese Nuevo Orden Mundial. El mismo que anunció George H.W. Bush hace ya 31 años con ocasión de la primera Guerra del Golfo. Tanto el presidente norteamericano como el ruso dirigieron los servicios secretos más destacados de sus respectivos países antes de ocupar sus
cargos políticos en la cúpula.
Sin la alianza de facto con China, que en el pasado consiguió romper Nixon, no habría sido factible geopolíticamente para Rusia realizar esta operación. China y Rusia dirimen ya, con unos Estados Unidos pésimamente gobernados, la supremacía planetaria. La falta de nervio de una Administración llegada al poder mediante un fraude electoral descarado, personificada en un político anciano mas no sabio, corrupto hasta la médula y con posibles daños neuronales graves, nos hacen presentir tiempos muy difíciles. No en vano, y antes del COVID, los analistas
descubrían en la situación internacional inquietantes similitudes con el inicio de la Gran Guerra.
¿Será Ucrania la nueva Serbia? ¿Involucionará como está previsto la Unión Europea hacia el IV Reich, auspiciado por los rancios cerebros tecnocráticos socialdemócratas? ¿Se impondrá la ensoñación decimonónica, ocultista y rastrera, de un “mundo feliz” sobre los habitantes del planeta?
¿Está el futuro abierto o hemos entrado ya en la era mesiánica?