Daniel Aguilar
Permítaseme titular estas entregas con el título de una película de Marco Bellocchio de 1967, que en España se estrenó como China está cerca, deshaciendo el juego de palabras del título original. Y es que, dada mi formación cultural, el cine tendrá una presencia esporádica en estos artículos encargados de periodicidad irregular por Frank G. Rubio sobre el tristemente famoso coronavirus que hoy asola el mundo. No se busquen aquí detalles médicos ni económicos, que desconozco más allá de lo que el sentido común nos dicta a todos, a saber, que en cuanto a lo primero la mejor protección es una mens sana in corpore sano y en cuanto a lo segundo que el empobrecimiento subsiguiente de una gran parte de la población va a ser brutal (junto con el enriquecimiento de unos pocos). Más bien intentaré ofrecer una serie de reflexiones desde la otra orilla (Japón, de momento) sobre varias cuestiones políticas y sociales relacionadas con este fenómeno que algún día tenía que venir, desde la perspectiva que ofrece el que por estas tierras llevemos más de un mes con el problema, pese a lo cual no alcanza la magnitud de Italia a España. La expansión del virus desde China hacia Japón (y hacia el resto del mundo) se disparó por coincidir el brote de Wuhan con las vacaciones del año nuevo lunar (que no “chino”, que es una forma más de intentar apropiarse de algo común a muchos países). No es casual que el lugar más afectado de Japón sea la septentrional isla de Hokkaido, popular en esas fechas para el turismo chino por celebrarse el “Festival de la nieve de Sapporo”. El gobierno japonés, siempre débil ante China, en ningún momento restringió la entrada de turistas de dicho país, en contraste con Taiwan que, buen conocedor de sus vecinos, fue el primero en cerrarse y hoy disfruta de una situación envidiable.
En cualquier caso, gracias al cine y a la literatura, en realidad estamos ante una situación que ya hemos vivido numerosas veces, bien que en el terreno virtual, pero los políticos y agentes sociales no han aprendido de ello lo suficiente. ¿Cuántas vidas se hubieran ahorrado si hace un mes, cuando empezó todo “esto”, se hubiera estudiado una obra maestra del cine como Pánico en las calles (Panic in the streets, 1950) de Elia Kazan? También se ha escrito mucho sobre contagios en desde hace décadas en novelas tan proféticas como Soy leyenda (I am a legend, 1954) de Richard Matheson o la ahora muy comentada Los ojos de la oscuridad (Eyes of the darkness, 1981) de Dean Koontz. Por otra parte, sustituyendo paulatinamente a la amenaza nuclear o extraterrestre de los tiempos de la guerra fría, la pantalla grande se ha puesto al día con títulos tan poco gratos como Doce monos (Twelve monkeys, 1995) de Terry Gilliam, Estallido (Breakout, 1995) de Wolfgang Petersen en la vertiente con ánimo realista y Virus / Apocalypse domani (1980) de Antonio Margheriti o SARS Wars (2004) de Taweewat Wantha en la gore-festiva. Y, si entramos en la corriente de películas con histéricos movimientos de masas ante la llegada del fin del mundo, la lista sería casi infinita. En cualquier caso, “esto” ya lo hemos visto muchas veces. Nos faltaba experimentarlo sin gafas especiales. La vida imita al cine (o a la ficción en general), como se dice tantas veces. Queda la siempre dudosa cuestión de si algunos autores poseen una gran capacidad para ver / deducir el futuro o si individuos con propósitos turbios se inspiran en ellos. El tema no es precisamente nuevo si echamos una ojeada a la ciencia ficción de primeros del siglo XX.
Por el momento esta primera entrada es solamente una carta de presentación, pero en próximas entregas intentaré añadir reflexiones concretas, aunque me temo que el tema resulte demasiado amplio… Así, además de la evolución de la situación en extremo oriente (sobre todo Japón, por asistir a ella de primera mano), tendríamos el resurgir de una serie de cuestiones que hasta ahora se nos había hecho olvidar. A vuela pluma y sin ningún orden especial: fronteras, autoabastecimiento, egoísmo, relaciones personales y familiares, concepto de responsabilidad, solidaridad y civismo, miedo a la muerte, religión, moral e investigación, buenismo, comida basura, abuso de medicación, ecología, censura, guerra al dinero físico, vigilancia del ciudadano, etc.
Hagamos el intento.
Continuará…