MANIFIESTO REDNECK, de Jim Goad

Frank G. Rubio

RedNeck

The Redneck Manifesto: How Hillbillies Hicks and White Trash Became America’s Scapegoats.

                                                                                                     Montani semper  liberi.

 “Redneck” es un término cuya significación remite en gran medida a los blancos pobres, los “whitetrash” (“basura blanca”), generalmente de origen rural y con el cogote enrojecido por trabajar muchas horas al aire libre. Durante bastante tiempo y vía “mass media” se ha ido elaborando en Norteamérica un estereotipo negativo similar al que construyeron los nazis con los judíos; en él se encuadra a las clases: media, obrera y campesina blanca norteamericana de ideas conservadoras que son consideradas, “in toto”, violentas y racistas por definición. El chivo expiatorio clásico para salir del paso con el malestar que ocasionan las injusticias y las mentiras permanentes de las élites estadounidenses (y sus mentores británicos), cuya aspiración a convertirse en una aristocracia neo feudal o imperial vía uso y abusos tecnológicos (la Sociedad Tecnotrónica) está documentada desde finales del siglo XIX.

Da igual a quien votes el Gobierno sigue siendo elegido.

Este libro, que Dirty Works puso en nuestras manos en el 2017 con una edición impecable, tanto en cuanto a la presentación como a la traducción, llegó a España con la friolera de dos décadas de retraso. Su publicación coincide con la para muchos sorprendente victoria en las últimas elecciones presidenciales norteamericanas de Donald Trump.

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Ilustración: Juan Manuel García Cáceres

Jim Goad nació cerca de Filadelfia y es actor y periodista por formación. Escritor por vocación es, en la actualidad, un decidido partidario del 45 Presidente, aunque como muchos otros conservadores y libertarios no coincide con diversos aspectos de la política exterior que está poniendo en práctica “the Donald”; por poner un ejemplo: el modo de afrontar la guerra contra Siria. Y no se muerde la lengua al exponerlo.

Víctor Lenore, que le entrevistó para El Confidencial, considera Manifiesto Redneck como “el ensayo más brutal, honesto y polémico de 2017”. El mismo Pablo Iglesias recomendó su lectura ¿Transversalidad populista entre la “derecha extrema“  y la “izquierda radical”? ¿Movimientos tectónicos en gran medida generacionales a nivel societario, mejor o peor reconducidos por determinadas élites, que desplazan el extremo centro de las sociedades occidentales hacia posturas claramente contrarias a las inverosímiles y caducas doctrinas socialdemócratas y marxistas prolongadas anacrónicamente durante décadas, para mejor embrutecer a las masas, en los ámbitos académico y mediático, potenciadas por clanes financieros otrora dominantes y hoy en declive? Eso lo tendrá que juzgar el lector por sí mismo tras leer una obra trepidante, satírica y transgresora a la que no creo pueda atribuírsele en propiedad la calificación de “ensayo”. Chuck Palahniuk ha dicho de él: “Jim Goad no se anda con rodeos. Es brutalmente honesto y no se preocupa de ser correcto”.

Amaestradores de serpientes, granjeros bien armados, gente que desconfía del gobierno federal y los impuestos, honestos ciudadanos que llaman a las cosas y a las personas por su nombre, a lo blanco BLANCO y a lo negro NEGRO, desfilan por sus hilarantes páginas. Es gente que trabaja duro y quiere consecuentemente lo suyo, gente que no va a permitir que venga un Bertold Brecht posmoderno a determinar en qué tipo de pobreza han de vivir porque un megáfono pegado al culo del Gran Hermano Comunista, hoy disfrazado de comité multiculturalista y feminista, machacando y machacando con la misma morralla como hacía el señor con bigotes de morsa desde Moscú en los años treinta, emita consignas inspiradas en la obra semiletrada de epígonos de intelectuales más y más que suficientemente refutados. Gente que no se anda con zarandajas sobre quién puede o no estar en el lavabo de señoras y actúa contundentemente en consecuencia… Los mismos que cuando hay que ganar una guerra la ganan en el campo de batalla poniendo sus putos huevos en ello, dejándose la vida o varios miembros básicos y a veces incluso la cordura. Sobre estos “deplorables” personajes, americanos de pura cepa, pobres y de raza blanca, gira este libro. Trabajo duro, ocio duro y rezo duro.

No voy a negar la estupidez de muchos de los rednecks que habitan en los parques de caravanas. Y, con espíritu igualitario, tampoco ocultaré el hecho de que muchos de los negros del gueto y los hispanos del barrio muestran el mismo coeficiente intelectual que un grano de arena. Desde luego la clase cracker es ignorante de muchas cosas. ¿Pero acaso no lo son también los hombres de las tribus hutu?

Es importante que el lector comprenda que lee un libro publicado en un momento histórico muy distinto al de su recepción en España; 1998 coincidió con el comienzo del segundo mandato de Bill Clinton, tras acontecimientos tan impactantes para el pueblo norteamericano como lo fueran la matanza de Waco (retransmitida en directo) y la explosión que demolió en Oklahoma un edificio perteneciente a una agencia de seguridad. Era el mundo posterior al colapso de la URSS, anterior al 11S y al despliegue de la lucha antiterrorista global en el que aún habitamos. El mundo de la serie televisiva Expediente X, las aborrecidas (para mí simpáticas) “milicias” y la apoteosis del narcotráfico de la que tanto el clan Bush como el clan Clinton recogieron ingentes dividendos. Sin obviar la impregnación del imaginario con la abyecta serie Los Simpson, cuya emisión fuera iniciada en 1989, que aún sigue intoxicándonos y por la que el autor del Manifiesto siente una profunda y más que justificada aversión:  I´ve never been able to stomach for more than five minutes.

Tras la liquidación de la Guerra Fría y la primera guerra de Irak, los años 90 desencadenarán sobre las clases medias y trabajadoras de los Estados Unidos los perniciosos efectos de la Globalización, lo que Edward Luttwak ha denominado el “turbo capitalismo”. El 11S de 1990 George Bush “sénior”, Presidente de los Estados Unidos y antiguo director de la CIA, con quien se inició causalmente como todo en política una agenda de puertas abiertas a la inmigración para conseguir mano de obra barata dócil, pronunció ante el Congreso un discurso con el significativo título: Toward a New World Order; un año después comenzó la Guerra de Irak.

Emigración sistemática de industrias a otros países, paro elevado consiguiente con la decadencia urbana concomitante y caída en la pobreza y en la dependencia de una parte creciente de la población, aumento de la presión fiscal e introducción de numerosas regulaciones sobre la conducta personal completamente exógenas al modo de vida y las tradiciones del país; inspiradas estas últimas en la fantasmagoría de la “diversity”, originada en una decisión judicial de 1987 y justificada por un marxismo rampante residente en las universidades enmascarado tras feminismos, estudios poscoloniales y jerga semiótica y psicoanalítica de pacotilla llegada de Europa, por cierto ya en bastante mal estado .

La crisis financiera de 2008, iniciada también en USA y que llegaría poco después a Europa, consistente en ambos casos en proponer para su gestión el traslado a los contribuyentes de los costes de unas políticas financieras privadas imprudentes y arriesgadas, está dando a conocer a los habitantes de Europa una experiencia socioeconómica similar. Paro, bajada de salarios, precarización y estado policial… en el caso de Europa además hay que adjuntar avalanchas masivas de refugiados de religión islámica fundamentalista bastante refractarios a la conducta civilizada pero de bajo coste.

Ante un escenario como este, hiperintensificado durante los ocho años de Presidencia del sicofante Obama y tras los ocho de la Presidencia del casi subnormal mandatario, cabeza visible del clan criminal Bush, ¿qué tienen de malo los incitadores al odio, los locos por las armas y los extremistas paranoicos que se niegan a pagar impuestos? se pregunta el autor de manera lúcidamente premonitoria.

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La movida cultural urbanita USA ha generado la marginación de millones de personas, no sólo mediante medidas económicas sino a través de las intrusivas regulaciones de lo Políticamente Correcto que se imponen como un férreo dogal sobre el discurso y la conducta cotidianas; ser blanco es ser “privilegiado” un a modo de delito o de culpa a expiar. Aunque vivas en un parque de caravanas y no tengas literalmente donde caerte muerto. Son los “deplorables” de los que hablaba con desprecio la candidata demócrata Hilary Clinton durante la campaña presidencial. Feminismo y antirracismo grotesco permanentes, como lo es el kétchup en las hamburguesas, derechos LGTB “urbi et orbi” como panacea civilizatoria, deseos de abolir el derecho a portar armas… y  siempre con la palabreja “islamofobia” en la boca si pones en duda la asquerosa “religión de paz”; todo esto es parte de la panoplia de imbecilidades emergida de las universidades y financiada por las grandes corporaciones que sólo tratan, tal y como están concebidas, de enfrentar entre sí a los ciudadanos norteamericanos. Contra esto es contra lo que se rebela el autor del libro que no duda en exponer su iracundia; bastante más intensa, justificada e inteligente, que el postureo  deleznable amplificado mediáticamente de los “indignados”; protagonistas del bastardo simulacro denominado 15M que al final ha terminado por resumirse en simulacro “podemita” sacado de la chistera por el “estado profundo” español debido al temor a la posible emergencia de un partido nacionalista español interclasista con amplia base social.

Citando a Jung: las devastaciones anímicas provocadas por la inercia intelectual de “los competentes” escapan a la estadística, concluyéndose que no existen.

Norteamérica no es una sociedad sin clases, los campesinos europeos son los antecesores del “redneck”. Y es que una gran parte de los emigrantes que llegaron de Europa lo hicieron como esclavos y no eran negros. Sobre este tema el autor desgrana argumentos y datos que proponen una genealogía de la clase baja estadounidense y su evolución; sin obviar las heridas generadas tras la Guerra Civil. Todo ello en clave no marxista, libre pues de la Neolingua partidista totalitaria y por ello mucho más preciso y convincente. La mayoría de los blancos llegaron a las costas americanas en condición servil, como convictos. Los ingleses se deshacían de sus pobres y de los irlandeses así. Hoy la Nomenclatura del dinero pretende reducir a la esclavitud a la mayor parte de la población norteamericana.  Mi odio tiene la dureza del diamante, es el aire que respiro, impregna cada célula de mi cuerpo y es mil veces más poderoso que todas vuestras buenas intenciones, aduce cordialmente Goad.

Deshacerse de la discriminación no eliminará el desempleo. Abrazar musulmanes no impedirá atentados. Llamar democracia a una plutocracia insana que pretende darse una forma imperial abrasará definitivamente nuestros cerebros.

El libro pasa revista a numerosos ítems históricos y políticos, sin escatimar opiniones y referencias personales, donde se mezclan el denuesto con la denuncia y la erudición en una combinación literaria de buena factura. No es un autor mediocre, como ha señalado un desafortunado crítico procedente del ambiente doctrinario izquierdista español.

No son los granjeros armados quienes conspiran sino el Pentágono, y no hay paranoia alguna en desconfiar del Gobierno. Allí y aquí, añado. No os voy a contar nada más del libro, os indico que su lectura es recomendable, no sólo por su estilo cautivador que posibilita una lectura vertiginosa,  sino también por la gran cantidad de información que destila sobre aspectos históricos y sociológicos poco accesibles para el lector europeo y que no encontrará el lector español leyendo la bazofia Políticamente Correcta recomendada por las separatas culturales de los periódicos.

Un libro que hará pensar y cuestionar la distópica e impresentable realidad en la que mal vivimos. Obviamente, si perteneces al rebaño de Ofendiditos SA lo mejor es que no te acerques siquiera al estante pues te pateará ya de entrada, alegóricamente claro está, los cataplines o el cuerpecillo eréctil sito en la vagina. Y si eres epiceno inyéctate trinitrotolueno.

La incitación al odio es el concepto más orwelliano que ha surgido en el siglo XX, especialmente engañoso porque se oculta tras una máscara feliz. Jim Goad.

 

 

 

 

 

 

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