Alfonso de Urbina Arróspide
¿Cómo puede cambiar la sociedad española lo que está mal?
¿Podemos elegir buenos gobernantes? ¿Podemos expulsarlos y castigarlos si traicionan el mandato y sustituirlos por políticos decentes? ¿Existen mecanismos en el sistema cuya utilización nos permita mejorar la Justicia y exigir responsabilidad a nuestros gobernantes?
Trevijano hizo el mejor diagnóstico del sistema y aún así a lo más que llegó para derribarlo fue a la abstención activa.
¿A alguien se le ocurre algo más eficaz?
En primer lugar debemos separarnos del problema lo suficiente como para evitar el contagio. El mayor riesgo del sistema es que la ira y la frustración prendan en la sociedad española, al no determinar con claridad sus causas. Es decir, es imprescindible describir los mecanismos de expropiación de la soberanía política de los españoles y definir las causas, aunque el sistema prácticamente impida que actuemos sobre ellas. Pero al determinar las causas y los responsables, podemos poner un fusible que impida que la ira prenda en el conjunto de la sociedad, proyectándola sobre otros ciudadanos igualmente expropiados.
Es imprescindible evitar que el enfrentamiento sea entre ciudadanos a la espera de nuestra oportunidad. El sistema ha cuadrado el círculo.
Así que nos queda el control de daños, detectando y describiendo sus mentiras, controlar la ira y saber quiénes son los responsables, estar preparados por si se presenta una oportunidad, y tratarnos bien a nosotros mismos y a nuestros vecinos.
Y, sobre todo, descojonarnos en sus barbas porque este Régimen caerá por el ridículo.
Es difícil que se destruyan entre ellos, pero es imprescindible poner el fusible para que no seamos nosotros los que nos destruyamos, pues ese sería su último recurso, proyectar su parodia de enfrentamiento en la sociedad, convirtiéndola en un enfrentamiento real.
Y si ese cortocircuito es eficaz es posible que se empiecen a quemar entre ellos.
Durante todos estos años hemos votado a izquierda, derecha, adelante, atrás, un dos tres, y éste es el resultado. La razón es que una vez hemos votado perdemos el control y los partidos se reparten el botín en un festín al que no estamos invitados.
El poder político no lo tenemos los españoles sino unos partidos que son parte orgánica del Estado y que se organizan de tal manera que anulan al Poder Judicial y el Ejecutivo manda sobre el Legislativo.
Nos queda el fusible y la inteligencia.