Está ocurriendo…

el

Frank G. Rubio

Marshall McLuhan

Nada de lo que está teniendo lugar ante nuestra estupefacción puede y debe sorprendernos. No es otra cosa que un espectáculo no demasiado elaborado creado en los estudios donde se fabrican las pseudo realidades que nos deshabitan desde nuestros ojos. De la misma manera que no hemos de interpretarlo con las dóciles mentiras y lugares comunes con las que se nos ha estado adiestrando desde los medios de comunicación, la política dominante o una academia de mediocres cada vez más inclinada hacia el mandarinato, desde hace muchas décadas. El siglo XX aún no ha terminado, es decir: vivimos aún a la sombra del siglo XIX y sus ideales y prácticas de progreso científico técnico y mejora moral utilitaria presuntamente laicos. La ecología no cierra la Fábrica, la extiende sobre la naturaleza, envolviéndola. Nada más oscuro que la transparencia.

Nunca estuvo el mundo más viejo que lo está ahora, en la era de las máquinas inteligentes y del viaje potencial a otros planetas. Todos los rituales de regeneración que nos enlazaban con el Kosmos y lo que está más allá de él fueron cuidadosamente tergiversados en el siglo XVIII. Por eso la decadencia de las instituciones y la regresión psicológica generalizadas dominan el ambiente. Antes de Solón estuvo Dracón, pero el primero no retornará nunca y el segundo no durará mucho tiempo. La terraformación del planeta no tendrá lugar.

Me sorprendió y agradó, como he dicho ya en otro lugar, la llegada al poder en los Estados Unidos de Donald Trump, de la misma manera que no me ha sorprendido nada su derrota o caída en estas peculiares y trucadas elecciones realizadas durante la expresamente fabricada epidemia. La situación de los adversarios de Trump es hoy mucho peor que lo era en la época terminal de Obama. Los Estados Unidos dejan de ser los rectores de la política internacional antes incluso del 11S, este evento es una consecuencia de lo anterior. La Unión Europea, emisora y a la vez receptora del Gran Reseteo, es la clave, no de un nuevo amanecer, sino del estertor final de un proyecto que tuvo sus inicios en los siglos XV y XVI. Los titanes no reconquistarán el Olimpo.

Ni China, ni el Vaticano, que van en el mismo barco fabricado en Gran Bretaña, desde antes del acceso al trono pontificio de quien muy probablemente sea el último Papa, ejercerán potestad alguna en el mundo del futuro. Tanto el comunismo como el cristianismo serán borrados en breve de un papirotazo del escenario crepuscular de una Historia que se extingue. Porque habrá guerras, no sólo una, ya lo creo que las habrá, y comenzarán en breve.

Quien gobierna por la mentira y una ciencia técnica que no es otra cosa que efectos especiales y juegos de niños, perecerá por esta misma gestalt. De nada servirá la interconexión plana de sistemas nerviosos, mediante el concurso de restos daimónicos gestionados mediante la melopea cuántica, frente a los implacables y, al mismo tiempo, inconcebibles para nosotros, recursos que pondrán en juego contra la Tierra y los aliados de pega con los que andan pactando desde hace más de un siglo nuestras sociedades secretas, aquellos a los que, simplificando, pues no es este su nombre, denominaremos como “los Celestes”.

No es casual, y termino hablando de nuestro país, que los vectores políticos de una dominación, a la que calificar de dictadura sanitaria hace plena justicia, sean los peores y más deleznables elementos de nuestra sociedad. Hoy la Unión Europea y el Covid son el equivalente a lo que fue en 1808 Napoleón. Dudo que el pueblo español dé la cara y esté a la altura de los acontecimientos como lo estuvo entonces. Desde luego “nuestra” sociedad civil, compuesta mayoritariamente por mediocres cuyas ideas y fortunas personales están entreveradas con el globalismo, no la va a dar. Tiempos de oscuridad nos aguardan pero siempre puede ocurrir lo inesperado, que suele manifestarse en torno a los hombres y mujeres excepcionales.

La Fortuna favorece siempre a los audaces.

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