Frank G. Rubio
La lucha contra la alienación como alienación suprema
Para Míguel, que añora esta fecha…
Y son ya muchas veces en que he clamado por una mejor y más extendida enseñanza del idioma, si se quiere evitar que el país acabe en la mudez mental –ya hoy muy avanzada– y que, ante razones, responda mu antes de embestir. Fernando Lázaro Carreter (1996)

Lo que va a leer el lector está elaborado, por decisión voluntaria, sin consultar material escrito alguno incluso el elaborado y publicado en el pasado por el propio autor sobre esta misma cuestión; nada pues que exceda la memoria del momento en que estoy escribiendo el texto. Distamos más de diez años de los eventos acontecidos en Madrid en 2011, que el periodismo de su tiempo se permitió nombrar acuñando la odiosa expresión que encabeza este artículo; poco más que una modesta requisitoria que busca establecer un marco para tratar de ayudar al lector bisoño al que eso sí se le exige, si quiere entender algo de esto y no estuvo allí, un arduo trabajo personal de documentación, lecturas, conversaciones y reflexión. No necesariamente por este orden, para mejor evitar le hagan comulgar con ruedas de molino los fabricantes de opinión y la peste de los activistas. Suponiendo que uno sea capaz ya de distinguirlos.
La “acampada de Sol”, que pronto devino Vodafone Sol tras el evento, comenzó el 15 de mayo de 2011, conoció muchas vicisitudes y fue receptora de miles de visitantes que acudieron a ella con muy distintas actitudes. En sus comienzos nadie trató de bloquear a quienes llevaran la bandera española, como terminó haciéndose, ni fue foco de conflictos entre los sexos generado por el sectarismo feminista; como terminó ocurriendo. En su origen fue una manifestación interclasista de rechazo generalizado por la deriva que la vida política, económica y social estaba tomando con la gestión del gobierno socialista.
Una opinión sobre lo que sea, guiada por los lugares comunes del periodismo, es una opinión coja, simplista, mal fundamentada y dirigida. Y los españoles llevamos privilegiando de manera creciente este modo de adquirir conocimientos y moldear nuestra actitud ante las realidades, no sólo políticas, casi un siglo. Lo de la Covid es un buen ejemplo. No estamos solos en ello, claro, pero sí mal acompañados. Nuestros vecinos, incluso los más lejanos, pensemos en el montaje neoyorquino de “Occupy Wall Street” que remitía sus orígenes ¡al 15M!, no están mejor que nosotros. De los activistas mejor no hablar, muchos de los que participaron han derivado hacia el periodismo o incluso la política sin mostrar por ello demasiados escrúpulos. Pablo Iglesias sin coleta, por lo demás poco visible durante el 15M, pronto será un nuevo Jordi Évole. Transmutaciones fecales mientras la máquina mediática de fabricar barbarie, mediante la postulación del déficit expresivo y la implantación de la neolingua, sigue “construyendo socialmente” irrealidad.

Lo primero que tiene que hacer alguien que no vivió esos acontecimientos o los vivió de manera precaria, que es por lo demás como viven los seres humanos la historia, tanto la universal como la local, es situarse en la circunstancia política del momento. Del momento que ocurrieron y también desde el que se conmemora su décimo aniversario. Los eventos tuvieron lugar bajo el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero que gobernó ocho años, desde la Matanza de Atocha en 2004. En medio de su etapa de gobierno tuvo lugar la crisis económica de 2008, originada en el sistema financiero de los Estados Unidos, que aún no ha terminado y que gestionó pésimamente, dedicando varios meses a negar su propia existencia. PSOE, Zapatero… recalco.
Por descontado que quien tiene como horizonte regenerador la práctica sistemática del veganismo, la idea de cultivar huertos en la terraza o en las aceras, el “okupar” casas como modo de vida y el amor incondicional a los palestinos… el tipo de gente que al final ha resultado heredera, junto con Podemos, del “capital” generado el 15M, cualesquiera de estas consideraciones le resultan extrañas. Suelen decirse “anarquistas” estos personajes, aunque en realidad constituyen un fragmento de la grey dependiente que la socialdemocracia y el neoliberalismo han generado desde lo que llamamos erróneamente “políticas del bienestar”. Semibestias procedentes de una cultura de la dependencia.

No resulta indiferente que este décimo aniversario tenga lugar bajo el sello de la grave crisis que para el sistema político y el modo de vida de los españoles, pues el 15M es un fenómeno español y en gran medida madrileño, ha tenido y continúa teniendo lo que se denomina: “plandemia Covid 19”. Como no lo debe ser recordar la contemporaneidad del 15M con unas elecciones generales en ciernes y un entorno mediterráneo donde varios países, por entonces, experimentaban convulsiones políticas y sociales graves que fueron agrupadas por los analistas del momento bajo el epígrafe de “primaveras árabes”. Siempre pues bajo la sombra de la prensa, las agencias de seguridad y sus sabuesos.
Los que estuvimos allí físicamente con mayor o menor intensidad de implicación y reflexionamos sobre el asunto sobre la marcha, o en un entorno temporal cercano a los “hechos”, no podemos tener la misma opinión que quienes conocen el “acontecimiento” de segunda mano. Yo en concreto mantuve una actitud de turista: estuve dos o tres veces en Sol, una de ellas para donar unos libros a la Biblioteca de la acampada, asistiendo también a unos actos en el Ateneo. Poco menos que ná, pero me mantuve en contacto con gente que acudía, día tras día, a las “asambleas”. Asambleas que, como he dejado escrito, no obligaban ni podían obligar con sus resoluciones a otras personas que las que a ellas acudían y posiblemente ni eso. Sólo en el caso que se hubiera pactado con anterioridad esta condición podría haberse generado una obligación subjetiva. Esto va dedicado al rebaño de imbéciles que defiende la democracia asamblearia como manera práctica de organizar una “sociedad más justa”. Nadie que no acuda a este tipo de supuesta muestra de democracia directa puede sentirse obligado en manera alguna por sus decisiones. Salgamos de la condición cuadrúpeda y asumamos que somos animales con cerebro y no insectos conectados a megáfonos o a televisores.

Cierto que durante la revolución rusa y la revolución alemana, que precedieron y resultaron contemporáneas en sus vicisitudes a los primeros años veinte del pasado siglo, y relacionados con los graves desórdenes y desestructuración política y social de estas y otras sociedades provocados por los efectos de la Gran Guerra, surgieron los llamados “soviets” y los “consejos revolucionarios”. Anarquistas, socialistas revolucionarios y comunistas de diversas partidas, junto con numerosas personas de ideas radicales, se unieron a estos fenómenos asamblearios que en cierto modo resucitaban los idealizados escenarios de organización colectiva producidos durante la Comuna de París de 1870. En todos los casos citados había un vacío de poder, cosa que no tuvo lugar durante el 15M. Evento facilitado en gran medida por el ministro del Interior del momento, el ya fallecido Rubalcaba, que veía una ocasión para dañar la imagen de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento; instituciones ambas en manos de sus adversarios políticos. Asunto repetido en la actualidad con la Covid y la demonización grotesca de la presidenta Isabel Ayuso. En los dos casos todo salió bastante mal para los intrigantes, aunque se haya creado el mito de que Podemos procede del 15M.
Recuerdo perfectamente mi primera visita y la sensación festiva reinante que me pareció positiva, sobre todo teniendo en cuenta el deterioro cívico y urbanístico del núcleo de la capital; deterioro que se había ido haciendo cada vez mas intenso con los años. Al margen de la fealdad que diversas reformas urbanísticas y de mobiliario habían causado, lo peor era el tipo de chusma con la que te encontrabas en la zona. El pueblo había sido erradicado por completo del horizonte urbano ya con Tierno, si no antes, y el más vil lumpen salpicaba las multitudes de turistas que tenían el desacierto de pasar por allá. Pero el espejismo no duró mucho. En visitas más tardías percibí tres cosas:
1 La artificialidad del evento que rezumaba organización y ausencia de espontaneidad.
2 El sentirme vigilado de hecho, en una de las visitas, se me pegó un freak al que sorprendía e inquietaba que alguien caminara como un hombre libre, no como un bobo gregario entre los tenderetes en los que enseguida percibí, de modo periférico, a miembros de las agencias de seguridad no demasiado perfectamente camuflados.
3 Aunque lo peor resultaron, y para mi fue lo más significativo, las manifestaciones estéticas de los jóvenes allí reunidos que se acumulaban en las estructuras exteriores de Metro. El material adolecía de una falta de creatividad estética, un infantilismo mental y una grisura, absolutamente inquietantes. Madrid es una ciudad en la que es imposible desde hace muchos años ver un grafitero de calidad.

Nuestra juventud es mayoritariamente, con todas las excepciones, que las hay, más aun la juventud imbuida de «contracultura», un puñado de descerebrados tan embrutecidos como sus mayores. Entre los que se encuentran los mentecatos que se apiñan en el Círculo de Bellas Artes para escuchar al retrasado mental estalinista que responde al nombre de Zizek. Diez u once años después de lo que fue transformado en simulacro nos encontramos con el votante tipo de la formación “chusmil-guai”: Más Madrid.
Esto no es nuevo, los vástagos de clase media alta de laboristas y liberales constituyen la extrema izquierda británica; el mismo Errejón, como imagen mediática, está calcado de Owen Jones. Los hijos de los beneficiarios del sistema integran las fuerzas de choque subvencionadas del Nuevo Orden Mundial. Encefalograma plano, como el de sus padres.
Hay que entender que aquello se vivió para algunos como reedición de “Mayo del 68”. Otra manera reduccionista de nombrar acontecimientos, muy lejanos en el tiempo, sitos en una circunstancia y una ciudad y país absolutamente diferentes. París y Francia en 1968, poco o nada tenían que ver con el Madrid del 2011; lo digo con completa seguridad desde la atalaya del 2021 desde donde escribo esto. Sin embargo, tanto para generadores de mitos políticos, generalmente propagandistas, incluso para politólogos independientes y presuntamente rigurosos, hay parentesco entre ambas criaturas; en gran medida convocado por la opinión mediada.

La Historia acerca los acontecimientos del pasado al presente pero el periodismo los aleja, tanto por su abundancia exhaustiva de materiales como por su sesgo propagandístico. Sesgo que se va haciendo con el tiempo, más aun en la era de los audiovisuales y la globalización, absolutamente omnipresente. Hemos pasado de la propaganda al simulacro. La sociedad del espectáculo era esto, y es en la sociedad del espectáculo donde se consuma el 15M que se quiso desde su comienzo espectáculo, espectáculo presuntamente alternativo, contracorriente y espontaneo pero espectáculo. Hasta cinco veces lo he repetido.
Uno de los motivos de la actual debacle que afecta políticamente a las sociedades que viven organizadas conforme al modelo de la democracia representativa, las sociedades denominadas “occidentales”, es el ingente peso que han adquirido sobre la opinión de sus ciudadanos o usuarios, y no es inocente esta dicotomía, los medios de comunicación de masas. No solo la prensa convencional, hasta hace poco materializada en papel, sino también la turbulencia catódica y digital que materializa las redes sociales, espacio suculento por su ubicuidad y enmascaramiento para la acción desinformadora de las agencias de seguridad más variadas, y que atraviesa nuestros cuerpos día a día agarrando las mentes a través del sentido de la vista desde innumerables pantallas. Un nuevo entorno tecnotrónico filtra de manera cada vez más intensa lo que percibimos como acontecimientos y realidad. Vivimos en el marco, más aun tras las medidas despóticas impuestas por la “plandemia”, a través de nuestros políticos y el estado de emergencia, vivimos en el marco, repito, de una sociedad estrictamente dirigida entregada a procesos cada vez más generalizados e intrusivos de vigilancia. Y los sometidos a este régimen cuando actúan lo hacen en régimen de “selfie”. Y mucho de esto hubo en el 15M donde jugó un papel relevante el móvil.

Sobre la cuestión básica de lo que denominamos “disidencia controlada” y su manejo por parte de las agencias de seguridad, no forzosamente estatales ni autodenominadas como tal, de muy diversos países e instancias corporativas, señalar que las “primaveras árabes” y el “15M” forman parte de una misma configuración. Tema decisivo que no voy a tocar acá pero que el lector puede subsanar poniendo “disidencia controlada + 15M” en su navegador. El fenómeno de “los indignados”, procedente intelectualmente de Francia, precedió al evento e implicó la presencia de materiales de lectura y difusión continuada de lo que entonces se conocía como «antiglobalización». Curiosa manera de calificar actitudes fabricadas por ONGs de ámbito casi planetario, dotadas con fondos monetarios más que abundantes de origen opaco, para implementar su actividad de supuesta contestación y cuyas actividades difunden continuamente las cadenas de información más poderosas que les sirven de caja de resonancia.
Los límites del lenguaje son los límites del mundo para la mente posmoderna, que vive a la sombra de un empobrecimiento radical de la experiencia por haber sustituido la espiritualidad por un culto a la Máquina de naturaleza seudo religiosa; los límites de un lenguaje cada vez más empobrecido sometido al imperio de los algoritmos y la censura. El reciclamiento del viejo señuelo de la posibilidad de unas relaciones sociales transformadas, hoy dándole al ratón o manejando el móvil, difundido por los mismos grandes consorcios financieros, mediáticos y empresariales que buscan implantar una sociedad tecnocrática inspirada en los postulados de un cientificismo médico-ecológico, muy similar al que se hubiera instaurado con la victoria del nazismo, tuvo como arranque para España el 15M. La infantilización generalizada de la población, la incitación a la guerra de sexos desde las instituciones oficiales y la voluntad decidida de la elites de recluir en la servidumbre a la mayor parte de la ciudadanía, creyendo que es posible dar la marcha atrás a golpe de IA al reloj de la Historia y hacer retornar Europa al mundo preindustrial, son la clave de bóveda de estos fenómenos fabricados: crisis económica del 2008, “primaveras árabes” y Plandemia. Todo sintético, como el terrorismo que inició sus andanzas el 11S. Todo a la sombra del “cambio climático” y sus presuntas exigencias ineludibles para “salvar la tierra”. Es decir para mejor instaurar una distopía planetaria con formato de tiranía universal.

No hay objetivos mucho más complejos, al menos en apariencia, en el proyecto tecnocrático de Klaus Schwab para la Europa Unida que busca entre otras modestas propuestas davosianas trasladar mentes a cuerpos sintéticos, conectar con microchips cerebros para gestar un pensar colectivo o generar, mediante modificación genética ese “hombre nuevo” que no pudo ser ni en la URSS ni en el hitlerismo. Y obviamente obtener a corto plazo beneficios colosales con la operación Acordeón que ha posibilitado la plandemia y los negocios en ciernes relacionados con las vacunas, la carne sintética y los coches eléctricos.
La sociedad capitalista produce enemigos a su medida, como puedan serlo los cerebralmente empobrecidos seudo situacionistas del 15M, que consideran aberrante utilizar la libertad para asistir a ceremonias religiosas, tomarse unas cervezas o querer respirar sin mascarillas y que ven en los hospitales un nuevo modelo de convivencia humana: una Matria.
¡Averiguaremos con exactitud de dónde proviene el hombre: del mono o de algo peor aún!
¡Desenterraremos a todos los muertos! ¡Encontraremos al mismísimo jefe de ellos, Adán;
le pondremos de pie y le preguntaremos: ¿de donde provienes? ¿de dios o de Marx?!
¡Contesta viejo! Si nos dice la verdad le resucitaremos a Eva; y si no, le reeducaremos.
¡Así somos nosotros! ¡Vivimos responsablemente! ¡Somos terribles!
Andrei Platónov(1899-1951)“La novela técnica”.