HISTORIA DEL CINISMO

Frank G. Rubio

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HISTORIA DEL CINISMO

Desde Diógenes al sigloVI d.C.

Donald R. Dudley

Traducción a cargo de Juan Carlos Ruíz Franco.

Textos traducidos del griego por Juan Antonio Negrete.

Editorial Manuscritos. Madrid 2017

 

 

 

Soy un perro al que todos admiran, pero pocos se atreven a salir a cazar conmigo.

Diógenes de Sinope

La decadencia y derrumbe, por disolución en estructuras más vastas de corte imperial (Alejandro Magno, Roma), de la Ciudad-Estado (“polis”), forma originaria articulada de los saberes políticos de Occidente, fue contemporánea a la emergencia de numerosas escuelas filosóficas; la más reconocida y permanente la de Sócrates. Discípulo de Sócrates fue Antístenes (444 – 365 a.C.) y de este Diógenes de Sinope (412-323 a.C.), ambos considerados fundadores de la escuela de los cínicos. Entrañables personajes estos, portadores de zurrón, capa raída y bastón que durante más de mil años recorrieron, no sólo en un sentido geográfico sino también social, los dispersos caminos de la ecúmene. Conocida es la imagen, inmortalizada en numerosos cuadros, de Diógenes en su tonel conversando con Alejandro el Macedonio (356-323 a.C.); principio y final, final y principio, de la transformación de un orden, el de la Ciudad Antigua, en el vertiginoso y abismal aparato del Imperio.

El Rey, como ley hecha hombre, portador de una fraternidad cosmopolita aún no enraizada en la demonolatría de lo abstracto (persistía aún el tiempo cósmico que no confortable de los dioses y las maravillas), se encontraba con un individualista extremo que resultaba ser portador arquetípico de una sabiduría que bien podríamos calificar, utilizando la inexacta e insana terminología de nuestro tiempo, como un “anarquismo benevolente”.

cinismoGran acierto editorial al proveer al lector en español, en una edición muy cuidada tanto por la traducción como por una excelente presentación y maquetación, de este clásico publicado en 1937; obra de un gran estudioso del mundo clásico que enseñara en Cambridge, Edimburgo y Yale. Libro muy ameno por lo demás donde veremos desfilar los más peculiares personajes, dotados muchos de ellos de una muy bizarra condición, bastante distintos de los insípidos y politizados loros de cafetería y revista especializada en que han acabado deviniendo los epígonos de la Filosofía; tanto por la burocratización académica como por la innegable decadencia de Occidente. Un tiempo aciago el nuestro de nivelación y olvido, pleno de comunicadores de todo jaez y de impostores.

Desde “el Sócrates enloquecido” con el que Platón (427-347 a.C.), bípedo también a su pesar,  moldeó para la posteridad a Diógenes de Sinope, pasando por el alegre jorobado Crates (368-288 a.C.) hasta llegar a Dion Crisóstomo (40-120 d. C.), tan contemporáneo a nosotros en sus vicisitudes y habilidad para superarlas, o al sin par: Peregrino Proteo (95-165 d.C.), auto inmolado mediante el fuego durante las Olimpiadas del 165 d.C., del cual tenemos noticia a través de la malintencionada y escasamente objetiva referencia de Luciano (125-181d.C), cada uno de ellos, a pesar de los escasos fragmentos con los que podemos reconstruir sus vidas, fueron actores geniales en este escenario inhóspito y grotesco que es el mundo del cual afortunadamente Dama Muerte nos libera… mejor antes que después. Como señalaba uno de aquellos que portaban con dignidad el sombrero arcadio, antes de la consagración de la superstición contemporánea que ha designado a entidades como Urgencias y las Pensiones en fetiches de una piara constituida por racimos de seres sin rostro y sin nombre, pero con DNI: el anciano debería despedirse de la vida con tanta alegría como un arrendatario lo hace de una casa en ruinas. Esto obviamente no daría votos.

La subversión de los valores imperantes de su tiempo y la vida mendicante fueron los rasgos más destacados del cinismo, la clave de bóveda fenoménica desde donde practicaban la apateia o indiferencia hacia el mundo exterior y la parresia: ese hablar sin pelos en la lengua que incluso hoy es de dañinas consecuencias en nuestro albañal infrahumanista e inclusivo. Las ratas temen al perro, pero mientras prestan inquieta y temerosa atención a sus ladridos, pronto serán devoradas por el zorro; de poco servirá su éxito al hacerse pasar unas cuantas y febriles décadas por humanos mediante la disciplina mágica insignificante de los efectos especiales.

La parodia y la diatriba fueron géneros literarios desde donde los cínicos, poco propensos en general a la especulación y a la escritura, aunque hubiera excepciones, se dirigieron a los habitantes de esa casa de locos que es la sociedad humana en todas los lugares y épocas. Su modo de ejercer la paideia se desarrolló en general mediante la prédica oral ambulante. Tras el año 200 a.C. desaparecen prácticamente pero retornarán a partir del siglo I d.C. en Roma. El libro narra con rigor el parentesco con los estoicos, surgidos del tronco cínico, relación propensa a fluctuaciones ya que el estoicismo se convirtió en cierto modo en varios momentos en la filosofía oficial del Imperio. A veces  compartieron la hostilidad con el poder imperial, como cuando fueron expulsados de Roma por Vespasiano (9-79 a.C.). En gran medida acabaron devinieron una filosofía del proletariado, lo cual les valió numerosas críticas y un parentesco curioso, muy bien señalado en este trabajo, con los primeros cristianos. Muy posiblemente los cínicos tuvieran bastante que ver con la génesis de los primeros ermitaños en Egipto e incluso, más tarde, con los monjes irlandeses.

Libro pues fascinante que nos lleva de manera erudita y amena a vivir de nuevo las vicisitudes de las eras helenística y romana del brazo, o mejor aún, del verbo incontinente y satírico, muchas veces sarcástico e insultante, de estos vivarachos y dignos sucesores de Hércules, que consagraron su vida llena de penurias, pero también de auténtica alegría, a mostrar a sus semejantes sin demasiado tapujo las cosas tal y como son.

Dejad que el hombre que convenza yazca con la mujer que es convencida.

Diógenes de Sinope

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