Michael P. Senger (Versión de Frank G. Rubio)
Michael P. Senger es abogado y vive en San Francisco; el 15 de septiembre del 2020 publica en Tablet un artículo seminal de gran importancia, con relación a la comprensión de la histeria COVID y las delirantes medidas tomadas casi unánimemente por los gobiernos occidentales, China’s Global Lockdown Propaganda Campaign. Al año siguiente, en agosto y en la misma publicación, The Masked Ball of Cowardice sobre la misma cuestión. Es autor del libro Snake Oil, subtitulado significativamente: How Xi Jinping shut down the world.

No hace mucho tiempo los que se oponían a los estrictos cierres por la Covid que se impusieron en todo el mundo a principios de 2020 fueron objeto de burla, vilipendio y censura. Pero, sorprendentemente, paralizar la economía y encerrar a todo el mundo en sus casas no consiguió frenar de forma significativa la propagación del coronavirus en los países donde se puso en práctica esta estrategia. Sin que la gran mayoría del público lo supiera, estos cierres no tenían precedentes en el mundo occidental, no formaban parte de plan alguno para combatir pandemias en ningún país democrático antes del cierre de Wuhan (China) por parte de Xi Jinping. Peor aún, los responsables del ámbito de Inteligencia han confirmado que el Partido Comunista Chino utilizó múltiples técnicas de influencia para difundir y promocionar estas políticas a nivel mundial. Una historia como esta debería despertar el interés, al menos de nuestros principales expertos en desinformación y los abundantes “think tanks”, dada su preocupación, a menudo explícita y no partidista, supuestamente patriótica, por las campañas de desinformación de los regímenes autoritarios. Pero por desgracia todavía no se ha realizado ningún estudio serio, financiado institucionalmente, sobre la desinformación en los confinamientos y las restricciones debidas a la Covid en todo el mundo.
¿Cómo explicar esta falta de curiosidad? ¿Significa este silencio de los “think tanks” que la desinformación a favor de los cierres no tuvo lugar? Desgraciadamente está bien documentado que sí estuvo presente y de manera abundante. Por el contrario, a principios de 2020 estas mismas agrupaciones y autoproclamados expertos, con pocas excepciones, no se oponían a la desinformación pro-cierre del PCC, sino que apoyaban abiertamente la aplicación de estas políticas de confinamiento y cierre de las economías.

¿Cómo pudo ocurrir? Los testimonios posteriores han revelado que cuando Xi Jinping cerró por primera vez Wuhan, tanto los funcionarios occidentales vinculados a la Sanidad pública (en España un culto destructivo, añado yo) como los relacionados con la Seguridad nacional comenzaron a preocuparse intensamente, sin que el público lo supiera, de que el SARS-CoV-2 pudiera ser un supervirus escapado del Instituto de Virología de Wuhan. En su libro, Jeremy Farrar -una de las principales voces detrás de los cierres en el Reino Unido, considerado por algunos el Anthony Fauci británico – reconoció haber discutido en secreto la posibilidad de un escape del laboratorio con el mismo Fauci y otras personas:
En la segunda semana de enero, empecé a darme cuenta de la magnitud de lo que estaba ocurriendo… Durante esas semanas, me sentí asustado y exhausto. Sentía como si estuviera viviendo la vida de otra persona. Durante ese periodo, hacía cosas que nunca había hecho antes: adquirir un teléfono desechable, mantener reuniones clandestinas, guardar secretos… En la última semana de enero de 2020, accedí a conversaciones por correo electrónico de científicos de Estados Unidos que sugerían que el virus parecía diseñado para infectar células humanas. Se trataba de científicos de confianza que proponían una posibilidad aterradora, una fuga accidental de un laboratorio o, peor aún, una difusión deliberada… Este asunto requería atención urgente por parte de los científicos, pero también terreno de los servicios de seguridad e Inteligencia… Al día siguiente, me puse en contacto con Tony Fauci sobre los rumores acerca de los orígenes del virus… Dependiendo de lo que pensaran los expertos, añadió Tony, habría que informar al FBI y al MI5… Patrick Vallance informó a las agencias de Inteligencia de las sospechas; Eddie [Holmes] hizo lo mismo en Australia. Tony Fauci informó a Francis Collins, que dirige los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. Los servicios de seguridad e Inteligencia fueron informados de la posibilidad de un escape en el laboratorio en cuestión y, como halcones, reaccionaron de la manera más dramática posible. La comunidad de seguridad nacional se volvió repentinamente agresiva con China, haciendo advertencias funestas sobre el PCC e investigando a cientos de científicos especializados en química y biología por sus vínculos con el extranjero, preocupados aparentemente por las armas biológicas. Funcionarios destacados comenzaron a escribir sin cesar sobre el laboratorio de Wuhan. El personal de bioseguridad empezó a hablar de «toques de queda” de duración indefinida… [para] paralizar la economía y pedir a la población que se abasteciera de alimentos y medicinas… algo así pronto se llamaría ‘lockdown'» ( confinamiento)

El cabildeo a favor del bloqueo postulado por estas redes de bioseguridad recibió un apoyo sustancial cuando la Organización Mundial de la Salud informó desde China con la noticia entusiasta de que el bloqueo de Wuhan, «sin precedente en la historia de la salud pública», había «revertido la escalada de casos». En una conferencia de prensa el 24 de febrero de 2020, el subdirector general de la OMS, Bruce Aylward -famoso por haber desconectado más tarde una entrevista en directo cuando se le pidió que reconociera a Taiwán- lo dijo sin rodeos:
Lo que China ha demostrado es que hay que hacer esto. Si lo haces, puedes salvar vidas y prevenir miles de casos de lo que es una enfermedad muy difícil.
La conferencia de prensa de Aylward tuvo lugar tres días después de que diez municipios de Lombardía (Italia) fueran sometidos a un confinamiento al estilo chino -el primer bloqueo por pandemia en el mundo occidental moderno- de acuerdo con los compromisos que Italia había adquirido en el marco del Programa de Implementación de la Cooperación Sanitaria Italia-China firmado tres meses antes. El mismo día en que se firmó el bloqueo en Lombardía, el Ministerio de Sanidad italiano emitió directrices para la realización de pruebas en los laboratorios de todo el país. Se detectó un gran número de casos, y el 9 de marzo de 2020, el Primer Ministro Giuseppe Conte puso a toda Italia bajo confinamiento. Convenientemente esta línea de tiempo coincide casi perfectamente con la que predijo el informante anónimo el 30 de enero de 2020, que tenía «amigos y familiares en la industria y el campo de la medicina, incluso en el CDC y un amigo cercano en la OMS, y se sentía culpable de no revelar lo que sabía:
“ [La OMS ya está hablando de lo «problemático» que va a ser acomodar la respuesta china en los países occidentales, el primer país en el que quieren probarla es Italia. Si comienza un gran brote en una ciudad italiana importante, quieren trabajar a través de las autoridades italianas y las organizaciones mundiales de la salud para empezar a bloquear las ciudades italianas en un vano intento de frenar la propagación, al menos hasta que puedan desarrollar y distribuir vacunas, que por cierto es donde hay que empezar a invertir… Creo que es una verdadera mierda no compartir esta información con el público porque arrogantemente piensan que todos somos irracionales y no debemos estar informados como ellos.”

Y entonces, cuando Italia adoptó la política de confinamiento china, el resto del mundo siguió su ejemplo, creyendo que podrían detener el virus en seco, pasando por alto el hecho incómodo de que estaban tratando de detener un virus procedente de China con una política de contención totalitaria que, a su vez, había sido elaborada en China.
Un informe publicado posteriormente por las Fuerzas Armadas canadienses reveló que los mandos militares habían percibido el coronavirus como una oportunidad única para probar técnicas de propaganda con la población, «dando forma» y «explotando» la información para reforzar los mensajes del gobierno sobre el virus. Los científicos disidentes fueron silenciados. Los equipos de operaciones psicológicas desplegaron campañas de miedo contra sus propios conciudadanos, sin tener en cuenta los daños colaterales; una campaña de tierra quemada para lograr el consentimiento de la población a los cierres. Fue una convergencia extraña la que tuvo lugar entre la narrativa de los “think tanks” occidentales con la del Partido Comunista Chino, los expertos occidentales en desinformación y el ejército de desinformadores del PCC, a los que hay que añadir: los medios de comunicación occidentales, los medios de comunicación del PCC, los funcionarios sanitarios occidentales y la comunidad de seguridad nacional occidental, todos ellos uniendo fuerzas para apaciguar al público y supuestamente detener la propagación de un supervirus. Con sus poderes combinados consiguieron destruir numerosas empresas, poner en peligro los derechos humanos, matar a millones de personas, sumir a cientos de millones más en la pobreza, poner a prueba la salud mental de miles de millones de personas y transferir billones de dólares de los países más pobres del mundo a los más ricos, todo ello sin conseguir frenar la propagación de un virus que, según se confirmó posteriormente, tiene una tasa de mortalidad por infección inferior al 0,2%.
Desde el otoño de 2020, cuando empezó a salir a la luz más información sobre la campaña propagandística del PCC a favor del bloqueo, los “think tanks” y los investigadores especializados en desinformación -que inicialmente apoyaban el confinamiento- guardaron silencio sobre el tema. Algunos siguen insistiendo en que la decisión fue correcta teniendo en cuenta lo que sabían en ese momento; otros, musitan en voz baja que no debería volver a hacerse. Sin embargo continúan negándose a entablar cualquier debate o realizar un análisis serio sobre la procedencia de estas políticas ruinosas. La razón es tan simple como parece: están salvando la cara.

Salvar la cara, en este contexto, significa fingir que no ocurrieron cosas que harían que el público cuestionara seriamente su competencia como expertos. Guardar las apariencias no es patriótico. Salvar la cara no tiene ningún propósito cívico, altruista o constructivo. Salvar la cara significa explotar una diferencia de poder, abusar sutilmente de la población (gas lighting) e incluso conspirar para evitar que aquellos a los que uno no considera dignos de ello conozcan la verdad sobre sus acciones o las motivaciones que hay detrás de ellas. Es algo incompatible con el gobierno democrático. Los “think tanks”, los responsables políticos, los autoproclamados expertos en desinformación y las élites de todo tipo se niegan a discutir el papel que desempeñó la desinformación en los cierres que apoyaron. La han cagado a lo grande. Si esta información sale a la luz, es posible que sus carreras nunca se recuperen. Ellos estaban jugando a las damas y Xi estaba jugando al Go. Se acabó el juego.
A MODO DE EPÍLOGO
La oposición a toda esta demencia liberticida comenzó desde el primer momento de los confinamientos, es preciso recalcarlo. Esta oposición congregó en España y fuera de ella a gente de todo tipo: médicos, sanitarios, algunos y muy escasos políticos en activo, ciudadanía en general y sectores limitados de una sociedad civil conformista, cuando no abyecta, en la actitud y conducta de la mayor parte de sus miembros. No es este el lugar para narrar con detalle estas reacciones, ni su evolución hasta llegar al día de hoy. Me limitaré a comentar muy por encima, tomando como ocasión a los protagonistas de una temática que la prensa anda cubriendo con cierto interés: la desaparición de la filosofía como asignatura en la educación secundaria. Quizá no sea tan mala esta supresión. La penosa impresión que los practicantes de esta disciplina académica, a eso ha sido reducida la que debería ser madre de los saberes, han transmitido con sus declaraciones públicas en relación a esta crisis no ha sido inmerecida.

De la vergonzosa imbecilidad, compuesta por lugares comunes, emitida con displicencia por personajes de la mediocre “intelligentsia” española, poco hay que decir. Sus palabras se comentan por sí mismas. Ni el Presidente de la flamante Fundación Juan March, ni una de las “filósofas” oficiales del partido del saqueo merecen respeto intelectual alguno, como tampoco pueden provocar más que risa las declamaciones de nuestro volteriano de cámara. Bufones como él, o Jiménez Losantos, por lo demás coincidentes sobre esta cuestión, no son dignos de atención alguna por personas mínimamente formadas. Contrastan sin embargo las posiciones tomadas frente a la COVID de personajes con más empaque intelectual como puedan ser Giorgio Agamben o Peter Sloterdijk. El primero, ya me he referido a él en alguna ocasión, es un crítico descarnado de lo que ha ocurrido y sigue desarrollándose a nuestro alrededor; sus pronunciamientos son continuos y públicos. El segundo mantiene un perfil más esquivo pero se ha pronunciado lo suficiente para dejar claro su profundo nihilismo. Sloterdijk es uno de los más destacados representantes de la filosofía contemporánea y se enmascara en público con un humanismo de guardarropía. Un filósofo de Corte, de la Europa que está en trance de convertirse en IV Reich. No es un bufón es simplemente un miserable. Veamos por qué…
Comencemos citando algunas perlas expelidas por su boca en Valladolid el 3 de febrero del 2022, en uno de esos repugnantes aquelarres culturales a los que es tan aficionado un país de analfabetos como el nuestro. Sobre el conflicto ucraniano que aún no había tenido lugar: Sin embargo, Sloterdijk se apoyó en la opinión de especialistas en geopolítica para mostrar su convicción de que la invasión no es la opción más probable.

“Harían falta muchos más soldados de los que Putin ha desplegado para afrontar una invasión militar con garantías”, opina el filósofo alemán, quien invocó, además, la experiencia española de las guerrillas (en la Guerra de la Independencia surge la palabra) para argumentar en contra de esa posibilidad.” “Lo que sabemos, por la experiencia de España, es que un ejército convencional no puede derrotar a una guerrilla hostil. Y los ucranianos están muy motivados en estos momentos”.
Cómo no puede mantener la boca cerrada también se pronunció sobre la pandemia: Frente a este engaño del individuo mónada -aunque él no utilizó esa palabra- la experiencia dramática de la epidemia de Covid está poniendo de manifiesto el valor de la interconexión:
“La enseñanza más clara de la pandemia es que no puedes desarrollar la inmunidad tú solo. Estás interconectado con tu entorno. Y todo ser humano debería ser capaz de asumir esta verdad”. Por ello, reconoció que, como filósofo, está muy interesado en lo que está ocurriendo. Reivindicó, seguimos al periodista que recogió sus palabras, la importancia de la mutualidad que relacionó con una idea de inmunidad grupal. La mutualidad es un concepto que arranca de la filosofía anarquista de Kropotkin, pero que está muy asentado en nuestra sociedad a través de instituciones como las sociedades de ayuda mutua, las mutuas, pero también en los sistemas de salud pública y en otros. “Es una forma de solidaridad en la que la ayuda se presta por adelantado, porque vivir en este mundo significa esperar y anticipar los daños. Por eso las sociedades modernas pueden compararse con un sistema inmune, creando sistemas de defensa frente a daños que aún no se han producido”.
No demasiado riguroso, por decirlo de alguna manera, y buscando siempre el asentimiento de un público que, como todo público cultural que se precie, ansía lamer manos y botas de gurú. Y ahora viene lo bueno:
No veo que los estados de emergencia decretados durante la pandemia puedan verse como una puerta que se esté usando para degradar las democracias occidentales. No lo veo así. Esta percepción me parece un poco histérica; no es realista. Una “histeria” que es un rasgo de nuestro tiempo porque “hablar a diario de la pandemia hace que nos olvidemos del resto de la realidad”. En verdad, desde su punto de vista, “todos estamos contentos de poder sobrevivir en el contexto de la pandemia. Esto es así. Somos supervivientes con respecto a todos los que fallecieron”.

Antes de tan ingeniosa reflexión ya había modulado a su gusto las cosas, como buen sofista: Sloterdijk recordó, después de citar a Hobbes, que hay ocasiones en que “sólo el miedo es capaz de introducir la razón en el género humano”. Pero la paradoja es que las sociedades modernas “exigen libertad sin miedo; quieren poder pensar de manera revolucionaria sin atender a las consecuencias”. A juicio del filósofo alemán, los que se oponen a las medidas que adoptan los gobiernos democráticos para luchar contra la pandemia, como los antivacunas, por ejemplo, “no comparten el miedo del resto de la población. Creen que esa apelación a la supervivencia se utiliza como pretexto para el retorno del Gobierno opresor.”
El 5 de abril de 2022, nuestro “buen europeo”, lo recoge Francisco R. Pastoriza en un comentario reseña sobre sus dos últimos libros, destacó: Sloterdijk afirma que ante el fracaso de la Ilustración (un tema en el que profundiza en su obra «Los hijos terribles de la Edad Moderna», 2016), la biología será en el futuro más eficaz que la educación para desarrollar las mejores cualidades de la raza humana. Sloterdijk propone nada menos que utilizar la manipulación genética del hombre para lograr un ser humano mejor, una teoría que provocó duras reacciones desde el mundo filosófico y sobre todo científico.
Sloterdijk se justifica señalando que, fracasado el humanismo tradicional, es urgente establecer unas nuevas reglas que permitan afrontar la violencia embrutecedora de la actual sociedad para sacar al hombre de la barbarie. Para el filósofo alemán la función humanista que el libro vino desempeñando desde la antigüedad entró en crisis después de la Primera Guerra Mundial con el establecimiento de la cultura de masas. La radio y la televisión vendrían a consolidar una cultura posthumanista que relegó el libro a una subcultura marginal. Sloterdijk fundamenta en las doctrinas de Platón, Nietzsche y Heidegger sus afirmaciones sobre el fracaso del humanismo. Plantea la creación de ciudades-parque para la cría humana autoconfinada.
En resumen, se trata de la manipulación del genoma humano para la creación en laboratorio de un hombre más perfecto, de amansar lo que el ser humano tiene de bestial mediante procedimientos de lo que llama antropotecnia génica, en lugar de utilizar la educación. Sinceramente, ¿se toma la gente la molestia de ver lo que le rodea o leer lo que está realmente escrito en los libros? La hipnosis aturdidora es para las masas, el feísmo que nos envuelve está consagrado a ellas para amansarlas provisionalmente hasta que puedan modificar sus genes y robotizarlas por completo, pero el mamarracho que se siente miembro de la sociedad civil por su profesión e ingresos, no diré “educación” para no dar un rugido, y es partícipe goloso de estas muy peligrosas insensateces, ese no tiene perdón de Dios.
En un artículo publicado en El País, con el significativo título: Vienen tiempos duros para los que viven la vida moderna, se expone: El filósofo alemán, uno de los pensadores más brillantes de su generación, cree que los que no quieran renunciar al consumo, la movilidad, la moda o el turismo deben prepararse. La lucha contra la crisis climática requiere esfuerzos por parte de todos. Un nuevo Heidegger para un nuevo Reich. Y los nuevos nazis, extraídos, como los originarios, de las letrinas sociales e intelectuales. Es decir: de la socialdemocracia y la izquierda. Y eso es todo, amigos.
Con guerra mundial incluida, por sí no quedaba ya duda.
El secreto del agitador es hacerse tan estúpido como lo son sus oyentes con el objeto de que éstos crean que son tan listos como él. Karl Kraus